Nos explicaron las condiciones extremas de explotación que viven los trabajadores de estas empresas multinacionales, las estrategias de los empleadores para disciplinar a la fuerza laboral y la forma en que la resistencia de los empleados/as construye la solidaridad intersectorial e internacional.
La discusión nos llevó naturalmente a trazar los contornos de la empresa multinacional tal y como existe hoy en día, su complejidad organizativa compuesta por la subcontratación en cascada y la vaguedad sobre el cliente principal, su estrategia de gestión para dividir a los trabajadores utilizando los diferentes estatutos, así como su capacidad para poner a los trabajadores en competencia en todos los niveles de la cadena de suministro.
Durante varias décadas, las reformas económicas y comerciales y los tratados internacionales han construido una arquitectura jurídica ampliamente favorable a las grandes empresas multinacionales, protegiendo sus intereses en detrimento de los trabajadores, las comunidades afectadas por sus actividades y el planeta. En este contexto, cada día que pasa parece aumentar el poder de estas empresas, que controlan una parte cada vez mayor de la producción mundial e imponen sus normas a otros actores.
Sin embargo, esta realidad no es nueva. Ya en la década de 1970, las organizaciones denunciaron los abusos de las empresas multinacionales.
Las campañas internacionales contra la impunidad y el poder desproporcionado de las multinacionales siguen existiendo hoy en día [1]. También exigen un sistema fiscal que permita gravar los enormes beneficios de las empresas y combatir eficazmente la optimización fiscal y los paraísos fiscales, o exigir que respeten los derechos laborales y sus obligaciones medioambientales.
Pero más allá de las amplias campañas que denuncian también los contactos del mundo político con la industria, especialmente en el ámbito europeo, podemos contribuir al establecimiento de herramientas analíticas y lugares de encuentro para luchar contra las empresas multinacionales. Por ejemplo, la Asamblea de repartidores de 2018 también brindó la oportunidad de reflexionar sobre la lucha contra las nuevas plataformas multinacionales de tecnología alimentaria.
Desarrollar una resistencia internacional convergente contra una empresa en particular, entre trabajadores, sindicatos y comunidades afectadas, pero también entre activistas climáticos o consumidores, permitiría que la lucha contra las multinacionales adquiriera una nueva dimensión, acorde con el daño social y ambiental que causan y el obstáculo que representan para cualquier cambio social y ecológico.